viernes, 13 de junio de 2008

¿Cuál es el origen de la superstición del martes 13?


La sola mención del número trece, sinónimo de “mala suerte”, hace que despierte nuestro interés en cuanto lo escuchamos; la lámina del “Tarot” que lleva ese número simbólicamente se representa con la figura de la muerte, y en la historia de los números que en el tiempo se pierde es especialmente significativa la del número trece, que actualmente parecería ir por el mundo con la funesta carga de la “desgracia”.

Teniéndosele muy en cuenta en el juego, en su ubicación dentro del mes calendario, en el boleto de colectivo y muy especialmente en la cantidad de comensales reunidos en la mesa, lo que muy bien se cuidan no sumen dicha cifra. Podríamos citar ejemplos por demás interesantes, entre ellos que en Buenos Aires no circuló ningún tranvía con el número trece hasta el año 1913, año en el que los responsables de dicho transporte decidieron ponerlo en marcha.

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Sin duda que el sentido de “acontecimiento desagradable” se arraigó en el pueblo cristiano por la época de la “Ultima Cena”, donde Jesús y sus doce discípulos sumaban trece personas en la mesa. Los antiguos hebreos nos dan muestras suficientes de un concepto totalmente distinto y casi podríamos decir contrario si recordamos que: Eliezer el Rabí, ante una tremenda sequía, pide se hagan trece ayunos, al fin de los cuales llueve.

Trece son los principios de Maimónides, judío español de la Edad Media que profesó un sistema filosófico. Trece letras componen en hebreo el nombre de Jacob. Trece veces la palabra “Pacto” está escrita en el capítulo de la circuncisión. Trece meses componen el año bisiesto hebreo.

Trece cuernos eran usados en los templos hebreos para llamar a su comunidad, trece eran las mesas que había dentro y trece las reverencias devocionales. Trece años debía tener cumplidos el chico hebreo para la mayoría de edad religiosa “Bar Mitsva” (Hijo del deber); era el día más importante de su vida juvenil, ya que a partir de ese momento se convertía en un miembro responsable del judaísmo y podía casarse; actualmente existen familias judías cuyos varones contrajeron enlace a los trece años.También, los antiguos habitantes de la península de Yucatán consideraban el número trece como sagrado. Sacerdotes mexicanos antiguos contaban las semanas como de trece días y trece años formaban una “indicción” (semana de años).

En el terreno esotérico recogemos que: Photius dice que los herméticos de la escuela de Pitágoras, definen el número trece como “la falta de mezcla, por la simplicidad de lo inefable”. Janeiro lo relaciona con la letra “L” y el Planeta Urano, y al referirse al “Arcano Mayor número trece del Tarot, lo define como “la inmortalidad en el acto de renovar la vida”, símbolo del misterio del “agua primordial” cifrado en la letra MEN (del alfabeto hebreo, que corresponde por orden al número trece, tiene su equivalencia en nuestro abecedario a la letra “M” y su valor interpretativo sería “madre”).

Papus habla de la letra hebraica LA MEN, refiriéndose al Tarot número trece y dice que jeroglíficamente designa a la mujer compañera del hombre, y da la idea de la fecundidad y la creación; dice que constituye lo material y lo femenino, como también expresa la destrucción y siguiendo la regeneración.

En el orden moral la alegoría del Arcano número trece se presenta como la muerte de una forma de vida y que permite comenzar una de distinta naturaleza espiritual. Si tomamos como cierto el origen egipcio del Tarot, observamos que investigadores de diversas escuelas pretenden adaptar las láminas del “Libro de Thot” a sus respectivos puntos de vista, pero que en su mayoría interpretan el Tarot número trece como una lámina que anuncia cambios hacia algo definitivo, pocos los casos como símbolo nefasto. Analizando el “Tarot de Marsella”, la carta número trece es la única de los veintidós “Arcanos Mayores” que no lleva su nombre impreso, y simbólicamente se presenta con la figura de un esqueleto humano, revestido de piel rosada, manejando una guadaña de mango largo, sobre un conjunto de plantas, manos y cabezas esparcidas por el suelo; es llamada generalmente “la muerte” e indudablemente se trata de una figura que resulta a simple vista familiar.

Remontándonos a la historia de las cosas, podemos ver que hasta el período helenístico, no aparece en ninguna obra de arte figuras esqueléticas, tampoco en el arte cristiano de los primeros siglos hay representaciones de este tipo. Sólo en fecha no determinada de la Edad Media surgen estas figuras en las primeras impresiones en el orden artístico de las catacumbas. Aparece el esqueleto representando la muerte, en los frescos titulados “Danzas de la muerte”, en cementerios e iglesias de toda Europa por los años 1423 en adelante aproximadamente.

Lo que no se puede determinar es que si tal representación simbólica, tanto en los frescos como en el Tarot, tienen un origen común, o si este último desciende del anterior, aunque recién en los tramos finales de la Edad Media el esqueleto comienza a llevar una guadaña. En las danzas macabras la muerte era surtida de diversos elementos que podían ser una gaita, como una tijera, y generalmente se la representaba con el instrumento que correspondía al oficio o profesión de la persona que la muerte se quería llevar; posiblemente la aparición de la guadaña manejada por la muerte tenga relación en fechas con algún cambio producido en las formas de realizar los trabajos de agricultura. Oswald Wirth interpreta el sentido mántico del arcano número trece como: “El principio transformador que renueva todas las cosas.

La historia del número trece, la muerte, la fatalidad, etc., es una historia más, llevada por el sendero de la superstición".

Fuente: Pro Z. com.

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